ANTÁRTIDA - EXPLORACIÓN - EXPEDICIONES: Robert Falcon Scott 1911 - 4ª parte

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Antártida

EXPLORACIÓN - EXPEDICIONES

Robert Falcon Scott 1911 - 4ª parte

(Carrera por la conquista del Polo Sur)


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letra capitular El mismo día 17 de enero, tras el descubrimiento de la bandera noruega, un ventarrón hizo caer las temperaturas a 54º C. bajo cero. Oates, Evans y Bowers sufrieron congelaciones. La mañana siguiente encontraron un campamento de Amundsen a dos millas de distancia. Dentro de la tienda había una hoja de papel con cinco nombres: Roald Amundsen, Olav Olavson Bjaaland, Hilmen Hanssen, Sverre H. Hassel y Oscar Wisting. La fecha de la nota era el 14 de diciembre de 1911. Amundsen había llegado al Polo Sur vía un glaciar que habían llamado Axel Heiber. El día que Scott llegó al Polo, Amundsen se encontraba a sólo una semana de su campamento de invierno en Bahía de las Ballenas, a donde llegó el 25 de enero de 1912.

Se dirigieron siete millas sur-sudeste a una zona que se encontraba a media milla del Polo, en una altura de 9.500 pies. Aquí construyeron un soporte donde plantaron la bandera, para a continuación comenzar el retorno a la base. Les esperaban 800 millas de penoso caminar. El 7 de febrero alcanzaron la cúspide del glaciar Beardmore y al día siguiente comenzaron a descender.

El 11 de febrero se perdieron, y empezaron a desalentarse porque no eran capaces de encontrar el siguiente depósito. Hubo de racionar los alimentos ya que no se estaban realizando las distancias entre depósitos de manera adecuada, y la debilidad empezaba a hacer mella. El 16 de febrero Evans se derrumbó y se tuvo que levantar un campamento. Al día siguiente siguieron viaje, pero Evans hubo de ser llevado al siguiente depósito con una mirada desencajada en sus ojos, poco después de medianoche murió.

Oates avanzando entre la ventisca
Oates avanzando entre la ventisca

Después de descansar unas horas siguieron adelante hasta el depósito que se encontraba al pie del glaciar, donde dispusieron de carne fresca del pony que habían dejado allí. Parecieron revivir después de ingerir la primera comida completa desde que abandonaran la meseta. El 19 de febrero abandonaron el pie del glaciar. Seis días más tarde alcanzaron el depósito Sur de la Barrera, aquí descubrieron que faltaba combustible, seguramente debido a la evaporación por un cierre inadecuado.

En el siguiente depósito a otras setenta millas se detectó el mismo problema. En estos momentos Oates ya no podía disimular su dolor, los dedos de sus pies estaban negros por la gangrena. Las temperaturas eran de -41,5º C. y la fuerza del viento impedía arrastrar los trineos. Scott mencionó entonces los perros por primera vez, esperaba que estuvieran esperándoles en el siguiente depósito del monte Hooper, pero los perros que guiaban Cherry-Garrard y Dimitri se encontraban en el Depósito de la Tonelada, a 72 millas del monte Hooper.

El 9 de marzo Scott y sus hombres llegaron al monte pero los perros que eran su salvación no estaban allí. Entonces discutieron la situación; anteriormente en cabo Evans debatieron sobre qué hacer si se presentaba una situación como esta. Wilson llevó dosis letales de morfina y opio en su maletín de medicinas por si fuera necesario en un momento límite. Scott mandó a Wilson repartir las drogas. Wilson entregó a cada hombre 30 pastillas de opio. De todas formas el suicidio iba en contra de sus creencias, sólo las usarían si la situación era extrema.

El 16 de marzo, o quizá el 17, ya que perdieron la noción de los días, estaban confinados por las ventiscas, se encontraban a sólo 11 millas del Depósito de la Tonelada pero era imposible salir. Scott pensó en que debían salir aunque murieran sobre sus huellas, pero no se movieron. Sin combustible y con raciones para sólo dos días eran conscientes de la certeza de sus muertes. Además, Scott no podría andar, la amputación de un pie por la gangrena era segura. Oates se sintió derrotado, dijo que no quería continuar y se quedó en su saco a dormir; más tarde saldría fuera caminando a lo desconocido, sus compañeros trataron de convencerle de que abandonara esa locura pero no escuchó, había tomado su decisión para no ser un estorbo en el retorno con éxito a la base. A Oates no le volverían a ver de nuevo.

Scott escribió:

"Sabíamos que el pobre Oates caminaba hacia su muerte, pero aunque tratamos de disuadirlo, entendíamos que era el acto de un valiente caballero inglés".

El 29 de marzo Scott escribió por última vez:

"Creo que no puedo escribir más. Por el amor de Dios, cuiden de nuestras familias".

En otra hoja garrapateó:

"Por favor envíen este diario a mi viuda".

Mientras su cuerpo se iba congelando, Scott pudo sacar fuerzas para completar doce cartas legibles a su esposa y resto de la familia, a sus jefes y camaradas de la Armada, a las madres de sus compañeros Oates y Bowers, así como a la esposa de Wilson. A su esposa Kathleen le escribió una carta muy sentida en la que lamentaba no estar para ayudar a sacar a su hijo adelante. Para ella tenía palabras de consuelo con deseos de que rehiciera su vida y fuera feliz. Finalmente escribió al público explicando que el desastre de la expedición no fue debido a una mala planificación, sino a un tiempo desastroso acompañado de la mala suerte, así reconocía:

"Iniciamos la expedición conociendo los riesgos y los asumimos. Las cosas salieron en contra nuestra. Ahora no tenemos ninguna queja",

En otro punto aclaraba:

"Cada detalle de nuestros suministros, ropa y depósitos fue llevado a la perfección. No hemos finalizado con éxito por un estrecho margen, que estaba justificado dentro de los riesgos".

El 12 de noviembre Atkinson, Jefe de la patrulla de búsqueda, halló la tienda enterrada en la nieve. Los tres hombres estaban en sus sacos de dormir. En el izquierdo estaba Wilson con las manos cruzadas sobre su maletín, en el derecho estaba Bowers envuelto en su saco. Parecía que ambos habían muerto plácidamente, como en un sueño. Pero Scott tenía la mitad de su cuerpo fuera del saco, con un brazo estirado hacia Wilson. Estaba congelado con la piel amarilla. Atkinson se hizo cargo de los diarios y cartas, hizo una ceremonia funeraria y leyó un pasaje de los Corintios, finalmente se cantó el himno favorito de Scott "Adelante soldados cristianos".

Se desmontó la tienda sobre los cuerpos, se cubrió de montones de nieve y en lo alto se colocaron dos esquíes cruzados. Aquí, en el lugar llamado Colina de la Observación, quedarían hasta que un día la rotura de la barrera les hiciera flotar, encontrando el descanso final en algún lugar del mar. Atkinson continuó la patrulla siguiendo los pasos de Oates en su deambular sin rumbo buscando la muerte. Encontraron su saco de dormir pero nada más. Cerca del punto donde supusieron que había caído erigieron una cruz con una inscripción.

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